domingo, 28 de febrero de 2010

Olvidable (parte 8)

Me quedé tomando aire un par de minutos, no quería regresar al cubículo que por el calor y sus integrantes ya era como un infierno. Cuando por fin el pelirrojo hizo un gesto -me apretó el pie-, bajé. Silvana me preguntó si había visto algo. Por el tono forzado no se notó la estupidez desesperada de su pregunta, y me limité a decirle que no. ¿Qué esperaba que que viera? Tampoco quería alterar a la embarazada que para ese momento ya estaba más tranquila, aunque todavía se tapaba un poco la cara y no paraba de largar cosas acerca de la punción que le acababa de hacer el ginecólogo, para saber si su bebé traía algún defecto genético.
Durante un rato estuvimos todos sentados, acostumbrándonos al aire. Antes de quedarme dormido, miré al pelirrojo, que todavía traía en los ojos una expresión que sólo vi en los ojos de mi perro el día antes de morir. Quice preguntarle si estaba bien, pero supe que no entendería. Las chicas hablaban de maternidad, Silvina decía que quería, pero que su novio no ganaba lo suficiente, y sus voces me llegaban cada vez desde más lejos, como si hubieramos estado en un túnel que se estiraba, y ellas se hubieran estado moviendo en dirección opuesta a la mia.

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