viernes, 30 de octubre de 2009

después del intervalo (parte 11)

Algunas personas se están yendo en un taxi, no alcanzo a ver quiénes son. Subo por las escaleras porque el ascensor está arriba, y toco el timbre como energúmena. Esta vez me abre una chica que no vi en toda la noche. Le pregunto por Guadalupe pero levanta los hombros porque no sabe de quién hablo. En la sala quedan menos personas o yo veo mejor o entra mucha luz entre las rendijas de la persiana. Cecilia se abalanza sobre mi, riéndose de mi maratón nocturna. Piensa que me fui con alguien y que no funcionó, pero no intento justificarme, me agota. Me lleva a la cocina a tomar agua porque le pica la garganta y le pregunto por Guadalupe. “Ya se fue”. Y Lucas “También”. Me cambia de tema. Ve que estoy descalza y que me sangran los pies, especialmente el derecho. Le baja la presión porque le impresiona la sangre, y quizás también porque le manché todo el piso de la cocina sin darme cuenta. A mi también me baja la presión, nosé por qué. Tal vez perdí mucha sangre en el camino. Un chico me lleva al baño para que me desinfecte, del pie caen gotitas. La chica que me abrió la puerta se queda abanicando a Cecilia con el menú de un restaurant chino de la vuelta, gritando que alguien le traiga un caramelo o algo.

lunes, 19 de octubre de 2009

después del intervalo (parte 10)

Llego a lo de Belén y toco el timbre tres veces para que sepa que soy yo. Me abre con la cara hinchada y los ojos como líneas. “Estaba durmiendo”, dice, y se me exalta todo el cuerpo. Si tuviera cola probablemente la movería, lista para deshacer mis pasos, hasta lo de mi prima. “Tenés cara de loca. Eso, o estás hecha mierda.” La abrazo con más fuerza de la que quería y le pregunto si está bien, pero no nos movemos de la entrada de su casa. Me dice que sí, mejor. Que probablemente duerma dos días seguidos, pero que mal no le va a venir. Le pregunto si quiere que me quede, y ruego en silencio que me deje volver. Me hace entrar, y hace que me tome aunque sea un té. Yo la sigo sin oponerme. Me pregunta, sin mirarme, si estaba Lucas, “Sí”; que si pasó algo, “No”. Me escucha mientras sirve el agua caliente en las tazas. Me dice que es una pena, pero suelta una risa- se ríe de mi- y yo no le digo nada. Empieza a sonar mi teléfono pero no atiendo hasta que ella me hace un gesto con las cejas. Es Cecilia que quiere saber dónde estoy. Le explico con vaguedad que tuve que irme, pero no puedo hilar las palabras unas con otras, me agota. Cuando cuelgo Belén me está mirando, enojada. Me dice que soy un desastre y que ella se va a dormir. “Vos, hacé lo que quieras.” Belén a veces me habla como mamá, pero esta vez hago lo que quiero. Ella se va al dormitorio y deja la puerta abierta. Yo me lanzo a la calle y corro las diez cuadras.

miércoles, 7 de octubre de 2009

después del intervalo (parte 9)

Vuelvo a cerrar los ojos, vuelvo a sentir a Lucas mirándome y, de nuevo, otras manos que me toman por la cintura; luego me rodean. Esta vez es Guadalupe que con un aliento denso me dice secretos que no termino entender, que incluyen a un hombre, y al baño. El baño me recuerda a mi amiga. Con los ojos abiertos me oriento y le digo a Guadalupe que tengo que hacer pis. “Te acompaño?” “No, todo bien.” Me encierro y me miro en el espejo. La misma cara que un año atrás, muy distinta a la del ascensor un par de horas antes. Los ojos vidriosos, entrecerrados, con el delineador un poco corrido, el cuerpo más liviano que lo usual. Me gusta cómo me veo, siento que podría correr una maratón y ganarla, o que puedo salir y transformarme en cualquier cosa. Hago pis: me preocupa que todavía no me haya indispuesto, pero mi atención se enfoca en las tres llamadas perdidas que me marca el teléfono. La última es de hace media hora asique llamo. Me atiende mi amiga llorando diciendo que algo de la película la hizo acordar al padre, que se tomó algunas pastillas de las que me olvidé la semana pasada.
Salgo del baño en automático y, aunque no quiero irme, agarro mi cartera del cuarto, cruzo la sala entre manos y cuerpos transpirados que de tanto pegote parece que me quieren invitar a quedarme, y salgo a la calle. El fresco me despabila y me duelen los pies. Me saco los zapatos y empiezo a caminar, atenta al piso. No pasa ningún taxi y todavía escucho la música del tercero. Mientras camino pienso en Lucas, pero se me confunde con la cara de Darío. Los recuerdos del año pasado son como fotos en blanco y negro, o una película en cámara lenta, con el cuerpo de Lucas, pero con la cara de Darío, y la semana que no salí del departamento, y el llanto de mamá. Camino más rápido, buscando la forma de regresar pronto sin ser irresponsable. Mi amiga va a recordarme lo que viene después de la noche, pero no me importa si la pérdida es sólo de un año.