lunes, 18 de febrero de 2008

Puta Mierda

Llegó a un cruce en el cual debía doblar a la derecha. Se detuvo un instante para investigar un poco la cuadra por la que andaría para llegar al estudio de Aníbal. No la atrajo en absoluto, pero recordó que las cosas ya no eran lo mismo, que debía aceptar que ya no necesariamente serían como ella hubiera querido. Avanzó observando las baldosas rotas que pisaba, asegurándose de no tropezar o doblarse un tobillo. No habían árboles en los cuadrados de tierra seca que había a los lados de la acera y que en algún momento habrían sido macetones. La fachada de los edificios estaba sucia y descuidada. Al empezar a hacer carne una gran contradicción que la hizo proferir una seguidilla de puteadas sinceras, se encontró con el número del lugar que había estado buscando.

-Puta mierda.

sábado, 2 de febrero de 2008

La sentada hippie que no dio resultado

Durante el primer año de ausencia se especuló mucho. Algunos diarios decían que la Musa había muerto; otros, que se había enamorado. El Ministro de Cultura de la Nación, preocupado por un recorte presupuestario en su área, organizó una vigilia frente a la casa de La Musa. Cortaron la calle por seis meses, con gigantes carpas blancas donde se reproducían escenas que intentaban ser similares a las típicamente norteamericanas de los años sesenta. Se les fue la mano en la conmoción de la nostalgia por el pasado: volvieron a las guitarras criollas, las margaritas en el pelo, hombres y mujeres y niños con ojos semi-cerrados, los dedos en V, contoneando los cuerpos al ritmo de la música. Durante el día pintaban carteles cada vez más grandes que tapaban la vista desde la casa de las Madres, incluso si intentaban asomarse desde el segundo piso.
Ninguna de las mujeres se atrevió a salir por un largo período de tiempo.