sábado, 30 de agosto de 2008

Tengo una novia norteamericana - parte 3

-Why don’t you go for a walk instead? We had lunch an hour ago, babe. I am not feeling very hungry at all, are you?
-Not really, but, you know, I like to nibble something whenever I have a coffee. Besides those pastries look so good and I feel they just stare at me. I can’t resist them.
-Well, ok, go ahead.
-You sure you don’t want anything? You could drink a tea or a diet coke or something. You don’t really have to eat anything.
-I know, I know. I think I’ll just stay in and try to finish this. Thank you, though. Say hi to Lorna for me.
-I will. In case you get hungry or nervous or whatever, there are some leftovers from last night’s dinner in the fridge. And some candy I bought in the doctor’s waiting room yesterday afternoon.
-Ok, thanks. Bye.
-Bye, baby, have fun!
-You too, you too.
Clac. Se cierra la puerta. Clip clop clip clop hacen los zapatos de Anna alejándose del departamento por el pasillo que la lleva a la puerta que da a la calle.

domingo, 24 de agosto de 2008

Tengo una novia norteamericana - parte 1

Tic tac tac tac, tic tic tic, tac tac. Silencio. Tac tac tac tac, tiqui tiqui tiqui tiqui. Con la cara casi aplastada sobre el teclado de la computadora nueva, Matias escribe y reescribe un paper para la facultad. El semestre acaba de comenzar y debe hacer una entrega sobre los conocimientos previos que tiene relacionados con el tópico de uno de los seminarios en los que se ha inscrito: Crisis of Consciousness in Modern Literature. El inglés se le da bien oralmente, pero escribir lo que piensa en un idioma distinto al castellano le lleva más tiempo – y el teclado nuevo, con la disposición de las letras en un orden diferente, no lo ayudan a avanzar a la velocidad que a él le gustaría, a la que estaba acostumbrado en Buenos Aires.

viernes, 15 de agosto de 2008

¿Quién dijo que el tenismo no existe?

Es una diciplina que se juega con dos raquetas, una pelotita amarilla y una red que divide la cancha en dos. Esta última puede ser de cemento, polvo de ladrillo o césped.
Hasta ahí, todo igual a lo que es mejor conocido como tenis.
En el tenismo, el jugador se llama tenísimo. Las raquetas son de goma azul furioso para que se vean bien. El juego consiste en comprobar el que tiene mayor destreza en el arte de evadir: la pelotita tiene un motor que la hace volar por toda la cancha, rastreando el calor de los cuerpos, y los jugadores deben evitar que ella los toque. Se pueden defender con las raquetas y utilizarlas para enviar la pelotita en dirección del contrincante, pero nunca pueden pasar del otro lado de la red - a menos de que pasen por debajo de ella al mismo tiempo, intercambiando lados espontáneamente.
El primero en ser tocado tres veces por la pelotita es el perdedor.
La pelotita puede tomar velocidades descomunales y, al entrar en contacto con los cuerpos, puede causar graves heridas.
Los partidos son esporádicos y suelen ser presenciados por multitudes. En la tribuna no hay rejas que protejan a los espectadores, posibilitando eventuales pelotazos que los hieran también. Tras una encuesta, se ha detectado que los estadios se siguen llenando porque la batalla desesperada es un gran entretenimiento. Y porque la posibilidad de ser parte del juego es "apasionante."
Este juego es muy popular en China, especialmente entre los presos condenados a muerte que buscan ser trasladados a un hospital para escapar.

Ese es el tenismo, señoras y señores.

viernes, 1 de agosto de 2008

Evatest - ultimo capitulo

Apoyó el test boca arriba en la mesada y terminó de hacer pis. Se subió los pantalones y miró el reloj: debía dejar pasar 4 minutos. Regresó a su habitación para intentar recordar aquello que sentía haber olvidado. Estuvo parada, inmóvil, por al menos cinco minutos, tiempo más que suficiente para conocer el resultado del test. Volvió a mirar su reloj y desanduvo los pasos hasta el baño. Al levantar el test se dio cuenta de que el murmullo en los ovarios se había desintegrado. El test daba positivo. "Puta madre", pensó. Lo metió en la cajita y la tiró al tacho de basura. Se vistió con la ropa que acostumbraba usar para ir la oficina, se puso zapatos chatos y salió sin tomar café.

Durante la tarde canceló la cita que había arreglado con su jefe. Regresó a su casa y, luego de cenar, con una taza de té verde en la mano, regresó al tacho de basura, sacó la cajita con el test, y, por si al caso, volvió a mirar el resultado para comprobar si en efecto era el mismo que el de la mañana.