miércoles, 30 de abril de 2008

Ah!

Nos soltaron como corderitos virginales y lo que les pasa ahora es el buen uso que hacemos de ello.

domingo, 27 de abril de 2008

Olivia y la abuela bajo tierra

Por varios años se había costeado el gasto que la tumba requería para no quedar destapada y a la vista de todos. El padre y la madre de Olivia habían hecho todos los esfuerzos posibles por conseguir el dinero, pero los precios aumentaban cada año de un modo directamente proporcional al drenaje de la tierra y al porcentaje de probabilidad de chaparrones. La región comenzaba a ser rocosa y árida. Olivia juntaba pequeñas piedras para contribuir al tapamiento infructuoso.
El año en que sus padres no llegaron a cubrir la cuota requerida por el Sr. Olegario, Olivia decidió que defendería la parcela subterránea de la abuela: aquel lugar no podía ser drenado o vaciado pues, considerando la cantidad de años que habían pasado desde el fallecimiento, esos metros cuadrados eran lo único que permitían evocarla. Instaló una carpa sobre la tumba para que la tierra que ya había allí no se gastara tan pronto – tal vez podrían comprar tierra cada dos o tres meses y mantener el lugar con lo mínimo indispensable.

domingo, 20 de abril de 2008

La tierra del cementerio

Olivia vivía en una región donde escaseaba la tierra y llovía demasiado. Los problemas que existían por falta de tierra ya se habían resuelto de alguno u otro modo, pero quedaba uno: el cementerio. La falta de tierra era una relativa novedad ya que había comenzado a hacerse notar veinte años antes, cuando ella recién nacía. La lluvia había comenzado a aumentar un poco antes de esa época, drenando la tierra, poco a poco, por algún lugar de las zonas bajas. Olivia sólo conocía aquel clima húmedo y las calles mojadas: siempre vestía botas de goma y llevaba un paraguas para cuando se desataba el temporal. Cuando el sol se dejaba ver en algún intervalo entre nubes, Olivia sentía que ardía su cara y abría el paraguas de nuevo.

La abuela había vivido hasta los ochenta y tres, dos meses después del décimo cumpleaños de su nieta. A partir de la muerte, Olivia y su madre irían rigurosamente cada mes al cementerio a limpiar la tumba, llevar flores y, tal vez, si las precipitaciones lo permitían, conversar entre las tres.

Para el momento del funeral, la tierra era escasa y cada vez más costosa. Aún así, se había conseguido la cantidad necesaria para un entierro digno. “Pero van a tener que seguir pagando si no quieren que en el futuro le de frío en los huesos a la abuela” había dicho como relamiéndose con dinero en los ojos el Sr. Olegario, viejo cuidador del cementerio.


viernes, 11 de abril de 2008

feliz feliz - alregre alegre