viernes, 31 de julio de 2009

después del intervalo (parte 2)

Mientras bajo, me miro al espejo del ascensor de reojo como si alguien pudiera verme desde una cámara imperceptible, traicionandome sólo a mi misma, aunque crea que es mucho más que eso. Me repaso los labios con el brillo rosado y salgo a la calle como si estuviera acostumbrada al vestido sin corpiño y a los zapatos que hacen “clic clac clic clac”. (Casi sin querer aceptarlo me encuentro disfrutando de la sensación de la madera contra el piso de la planta baja y la vereda).
En el borde de la calle me aliso el vestido mientras espero un taxi libre. Me rodeo con los brazo como si hiciera frío, paso el peso de mi cuerpo de una a otra pierna cada cinco segundos sin realmente intentar controlarlo. Es natural: cuántos años hace que no salgo con mi prima. Me suelto la cintura y controlo que el pelo siga en su lugar. Corre un viento que es menos que viento y por fin llega un taxi.

domingo, 19 de julio de 2009

después del intervalo

Es curioso darse cuenta de que algunas simples decisiones banales pueden desembocar en resultados trascendentales. Como haber usado un par de zapatos rojos con taco aguja en lugar de las sandalias chatitas que suelo usar para salir los sábados a la noche.
Me gusta considerarme feminista. No voy a usar caros zapatos altos para seducir. Sí, es cierto que las piernas se ven mejor, que se ganan algunos centímetros, pero es francamente incómodo y molesto. Pocas cosas me enervan tanto com el taconeo de las mujeres que van apuradas por la calle caminando detras mio. Pero vuelvo al caso de los tacos rojos.
Voy a la fiesta de cumpleaños de mi prima. No conozco a mucha gente, pero estoy segura de que va a ir Lucas. Barajo varios vestidos: tengo pocos que sean sugerentes, pero opto por uno negro, liso, con la espalda descubierta casi hasta la raya del culo. Tengo una buena espalda y esta noche la quiero mostrar. Los zapatos están en una caja en el fondo del placard, pero como estoy segura de que quedarán mejor que las chatitas, los saco, me los pongo, y dejo todo hecho un quilombo porque es tarde. Me gusta tener razón. Y me deja tranquila saber que si todavía lo deseo, me puedo parecer a mi prima y sus amigas.