miércoles, 18 de noviembre de 2009

después del intervalo (FIN)

Cuando pasamos por la sala busco a Darío, pero no está o no puedo encontrarlo. El chico me sienta en el borde de la bañadera y me recomienda que me lave bien, con jabón, y que la próxima vez me ponga zapatos para salir. Me lavo con agua hirviendo porque no siento nada: se destiñe y se va. Mucho menos me voy a indisponer ahora, que la sangre se pierde por otro camino. Como las pastillas, seguro me olvidé los zapatos en lo de Belén. O tal vez Belén se los llevó a la pieza a propósito, y por eso dejó la puerta abierta. No tengo nada clavado en los pies, sólo lastimaduras. Es la falta de costumbre de usar zapatos altos. Cuando se guardan en el fondo de placard, las cosas se olvidan.