sábado, 9 de enero de 2010

Olvidable (parte 5)

Miré el techo por un buen rato. Sentía las respiraciones que hacía Silvina y las que repetía la embarazada y el cuerpo tenso del pelirrojo. Por el agujero no se veía nada, pero algo en esa oscuridad me dejaba mucho más tranquilo que la luz blanca que salía de las paredes. Le toqué el brazo al pelirrojo y abrió los ojos. Hice un gesto con la cabeza que apuntaba a la situación de las mujeres. No quería decir mis miedos en voz alta porque empeoran o se convierten en realidad. Le dije que me hiciera un estribo con sus dedos entrelazados, para que yo pudiera mirar hacia afuera, ver si el otro había podido encontrar una salida o, si seguía por allí, para decirle que se apurara. Estábamos en un edificio viejo, lleno de oficinas y consultorios, y el ascensor era un agregado en la poco transitada área de servicio.

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