jueves, 18 de junio de 2009

Rosario en Chubut (parte 4)

Ejercito la mente y reconstruyo lo que hice en el día, lo que me llevó a donde estoy, pero se me mezcla. Desayuné tarde, salí a dar un paseo por la ruta de tierra que lleva al pueblo hasta que llegué a la casa de un vecino que tiene perros sueltos que me dan miedo y siempre me ladran. Regresé, leí en el jardín –qué libro era- y ahí me encontró la abuela, que me dijo que estaba blanca, medio verdosa, que porqué no provechaba el solcito caliente del mediodía para ponerme una de esas mallitas que me quedaban tan "monas". Pensé que su vocabulario está en franco retroceso, como en modo económico, que a su mente sólo le queda lugar para algunas etapas de su vida. Le dije que estaba bien, y por un instante me detuve a pensar qué diría mi madre. “Estoy gorda, mamá. Voy a leer un rato más y después me voy a hacer ejercicio.” Me dijo que yo siempre con lo mismo, que estoy linda, que tengo que comer. Aunque tiene razón, mamá siempre tan flaca y obsesiva. No sé si deprimirme o alegrarme de que nos confunde. Si sólo el tiempo pasara un poco más rápido, si pudiera encontrar una distracción que me lo permitiera. Qué bronca, cómo se pierde la noción del tiempo cada día, y ahora, recién ahora, vivo en él como si fuera mi dueño.

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