viernes, 14 de noviembre de 2008

Mala idea (parte VI)

Cuando caí en la cuenta de que nos habíamos desentendido por completo de los gatos, escuché que la puerta de la cocina hizo clac. Miré de inmediato el rincón donde había estado parado mi roommate y, al comprobar que se había retirado, me levanté para seguirlo e intentar convencerlo de que todo estaba bien, que se relajara e interactuara un poco. El ácido me había devuelto la largamente perdida paciencia: me hacía sentir algo así como una buena samaritana. Al tomar el picaporte entre mis manos, sentí que del otro lado mi roommate ponía la llave. De todas formas bajé la manija, y empecé a empujar y palmear la puerta. Cuatro de los cinco invitados – todos menos el que se reía solo con las frases de la heladera- se acercaron a preguntar lo que sucedía. Los debo haber mirado con cara de pánico porque vi la deformación gradual que fueron tomando las suyas antes de que yo dijera alguna palabra.

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