domingo, 18 de mayo de 2008

A que no saben de quién eran (los libros)>

Agarro mis cosas y, sin haber visto la pantalla, tengo que volver a empujar a la gente para bajar. Me pasé una parada y tengo mochila medio abierta. Verifico que no se me haya caído la billetera, empiezo a caminar y alterno, cada cincuenta metros, el brazo que lleva el bolso con los libros. Hago una parada estratégica en un kiosco para comprar chicles de menta y descansar dos minutos, y al sacar la billetera veo el celular y busco la llamada perdida: es de mi profesor. Escucho el mensaje con el vuelto en la mano y el bolso entre las piernas. Quiere saber si voy a ir a dejarle los libros y si voy a quedarme a comer. A pesar del frío siento las axilas húmedas. Guardo el vuelto en un bolsillo trasero del pantalón, me meto un chicle en la boca y, con el bolso colgando del hombro derecho, camino la última cuadra y media sin parar.

2 comentarios:

hjess dijo...

genial clarichan!
genial,el texto es como una serie de fotografias encadenadas.

hjess dijo...

genial clarichan!
genial,el texto es como una serie de fotografias encadenadas.