domingo, 23 de diciembre de 2007

La muerte de Madre, y el bebé

Martina llegó caminando con la cabeza colgando hacia delante y sosteniéndose el estómago. Acababa de vomitar y tenía la frente sudada. El maquillaje soportaba agua, pero era claro que no soportaba los ácidos estomacales: en los contornos de la boca comenzaba a levantarse su segunda piel y la mancha negra se excitaba con el oxígeno que cada vez ingresaba de un modo más fluido.

-Tengo mareo matinal.

-Pero si son las siete de la tarde, Martu.

-Igual. Es el embarazo.

-Vení, te voy a preparar un buen té de jengibre para que se te pase.

Marina estaba plena: tenía escándalo, tendría un bebé en la casa, una madre casi soltera a quién cuidar, un joven religioso para reñir. El estado de las otras dos mujeres no se vería demasiado modificado con la noticia, pero la casa volvía a poblarse y sin lugar a dudas ella era un personaje principal en la escena.

Esa noche se reunió la familia en el comedor mientras el joven continuaba su atrincheramiento. En la mesa, Madre #2 se masajeaba las sienes, Martina intentaba encontrar una posición cómoda dada la nueva situación física sólo perceptible para ella, Marina preparaba sus notas para dar una suerte de conferencia. Juliana estaba sentada de costado, inclinada hacia delante, observando muy de cerca el rosario que le habían mandado sus futuras compañeras de encierro.

-Querida familia, ya pasaron tres meses desde que Madre #1 ha muerto y tengo una buena noticia para darles: tendremos el agrado de traer a otra persona a esta casa. Esperemos que sea una niña,- se rió sola un rato y luego continuó. –Martina está embarazada y el o la bebé nacerá en seis meses, de manera que tenemos que empezar a prever una nueva organización del espacio y los horarios. La que no esté de acuerdo, que levante la mano.

Madre #2 se había puesto a llorar y abrazaba a Martina que intentaba aminorar las arcadas con pura fuerza de voluntad. Juliana continuaba mirando su rosario.

-Bien. Yo propongo, como primer medida, que enviemos al joven religioso a la casa donde vive mi marido. Está claro que esta casa soporta sólo a cinco personas. Además, un hombre sólo estorbaría la preparación para el parto y la crianza del bebé.

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